Hoy te quería compartir mi visión acerca de la importancia del tacto. La necesidad de dar y recibir un tacto consciente y en presencia para sentirnos en armonía, en salud. ¿Qué función tiene nuestra piel en nuestro cuerpo? ¿Por qué necesitamos ser tocados? ¿Qué es el Yoga del Tacto? Vamos allá.
Nuestra identidad
Sabemos que nuestra piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo. Contiene millones de receptores sensoriales que envían información a nuestro sistema nervioso. Constantemente estamos procesando información sobre los estímulos que recibimos del exterior: calor, frío, dolor, calidez, amor, rechazo, violencia, ansiedad, etc y generamos respuestas en consecuencias. La piel además de actuar de barrera o límite es ante todo una extensión de nuestro sistema nervioso que nos provee la información necesaria para nuestra supervivencia y adaptación al medio.
Había escrito hace tiempo la importancia del sentido del tacto ya que es el primer sentido que desarrollamos en el vientre materno. Antes de poder oír o ver, las primeras experiencias intrauterinas que tenemos se relacionan con el sentir y esas impresiones táctiles quedan almacenadas como memorias en nuestro cuerpo.
La importancia del tacto amoroso
Desde los inicios de la vida hasta que dejamos nuestro cuerpo estamos viviendo experiencias táctiles. Solemos prestar mucha atención a lo que vemos y oímos, pero vivimos desconectados de lo táctil. Del sentir, de cómo mi cuerpo reacciona o resuena ante una experiencia o estímulo. Es como si nuestro cuerpo estuviera adormecido, anestesiado.
Por ejemplo, a todos nos ha pasado de pincharnos con una espina o quemarnos un dedo, ante esa experiencia nuestro cuerpo se tensa, sentimos malestar y dolor. El cuerpo responde al trauma protegiendo la zona para su recuperación. En cambio, cuando acariciamos una flor o salimos de la ducha y nos cubrimos con una toalla mullida y suave nos sentimos expandidos, nos invade una sensación de bienestar en todo el cuerpo.
Nuestro cuerpo resuena energéticamente y responde constantemente ante las experiencias que identificamos a través del sentido del tacto, ambientes, personas, sucesos, etc. Así como los bebés necesitan del contacto amoroso de la madre para su supervivencia, desarrollo y sobre todo para poder integrar la consciencia individual dentro del cuerpo; cuando somos mayores seguimos necesitando ser tocados amorosamente. Necesitamos continuar viviendo experiencias táctiles amorosas que nos generen bienestar, seguridad, protección y que refuercen positivamente nuestras memorias táctiles.
Yoga del tacto
Muchas veces les digo a las personas que me es más fácil acompañarlos con el tacto que con la palabra. Allí donde no llega la comprensión racional a través de un tacto o toque amoroso puedo acompañarlos a un espacio más ligero y de expansión.
Desde mi experiencia a través del tacto, podemos reconocer, recorrer y movilizar las emociones almacenadas en nuestra piel y nuestros órganos internos.
El contacto en presencia total, abiertos a la escucha, sin ninguna intención y sin miedos a la presencia del otro es una invitación a la unidad. A reintegrar todas aquellas zonas de nuestro cuerpo que por diferentes traumas se han disociado, se han separado de la unidad que somos.
Cuando podemos sentirnos en integridad y en concordancia interna, nuestro cuerpo se afina, como un instrumento musical, comenzamos a resonar y vibrar con todo lo que nos rodea. Encontramos el placer en el contacto con el aire, el sol, con la ropa y tejidos que llevamos puestos, en todo lo que nos rodea. Nos sentimos expandidos en nuestro cuerpo y podemos vibrar y sentir al otro. El tacto cambia, las experiencias se resignifican porque cambia la presencia y la consciencia.
Comprendemos que formamos parte de una misma unidad energética y que no hay separación. Somos uno con el cosmos y la infinidad del cosmos ES dentro nuestro. Esto es sólo un ápice de lo que para el Shivaísmo de Cachemira le denominan Yoga del Tacto o contacto.